-¡Ah! esas nubecillas,
¿Qué traerán?... Hace ya días que tenemos muy buen tiempo, y quizá se avecine alguna
borrasca desde el Atlántico. –Comentó Mn.
Pétrier, sentado en un gran sillón de hierro pintado de blanco, bajo el
enrejado cenador que se encontraba situado en uno de los espléndidos jardines
tras el gran salón-comedor del Gran Balneario A Louxo, después de tomar y baño
termal que lo dejó como nuevo. –Y dígame
joven, cuándo llega su padre, el Señor de Solano?-
-Nos comentó a mi hermano y a mí, que
estaría, Dios mediante, mañana a primera hora de la mañana. Ya sabe cómo están los
caminos… –explicó Manuel con voz serena mientras fumaba un cigarrillo del mejor
tabaco picado-
-Y ¿dónde está su hermano?,
¿Ángel, verdad? ¿Así se llama?... Le auguro un buen futuro como escritor. Tiene una
de las becas más prestigiosas que se pueden obtener de la Sorbonne. ¡Oh, la,la!
La noticia fue publicada en el Heraldo, y
como sabe usted, ese periódico es el cenit de la prensa del país.
-Ángel está por ahí. Creo que me dijo,
se acercaría a la playa donde quedan las dunas, inspirándose para crear su próxima
novela. Es muy activo e inquieto. Su mente no para. Y lo mejor, tiene un gran sentido
del humor. A su lado, uno nunca se aburre. En París le llaman “L’enfant souriant”,…
Por su carácter extrovertido y afable, ¿Sabe?...
Se le ocurrió llamarle así a Apollinaire, a quien le encantó los caligramas que
Ángel redactó el año pasado. –Comentó Manuel enorgullecido de la personalidad
de su hermano Ángel, con quien compartía todas sus experiencias.
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