Buscad en el infinito

Buscad en el infinito
Paseo de los Eucaliptos

jueves, 21 de junio de 2012

descanso entre horas



Estas tardes y estas horas, hogar entre la nieve.


de calendados encuentros. Un zarapillo canta apoyado en la rama de un ciprés

Resuena la tormenta a lo lejos. Rayos, Relámpagos. Estruendos choques de las nubes. Grandes Cúmulos grises, casi negros, emborronan el firmamento.








                                                             

CAPITULO IV,...continuación

                                                    &&&&&&&&&&&&&&&&&&&&

 

-¡Ah! esas nubecillas, ¿Qué traerán?... Hace ya días que tenemos muy buen tiempo, y quizá se avecine alguna borrasca desde el Atlántico. –Comentó Mn. Pétrier, sentado en un gran sillón de hierro pintado de blanco, bajo el enrejado cenador que se encontraba situado en uno de los espléndidos jardines tras el gran salón-comedor del Gran Balneario A Louxo, después de tomar y baño termal que lo dejó como nuevo. –Y dígame joven, cuándo llega su padre, el Señor de Solano?-

   -Nos comentó a mi hermano y a mí, que estaría, Dios mediante, mañana a primera hora de la mañana. Ya sabe cómo están los caminos… –explicó Manuel con voz serena mientras fumaba un cigarrillo del mejor tabaco picado-

   -Y ¿dónde está su hermano?, ¿Ángel, verdad? ¿Así se llama?... Le auguro un buen futuro como escritor. Tiene una de las becas más prestigiosas que se pueden obtener de la Sorbonne. ¡Oh, la,la!  La noticia fue publicada en el Heraldo, y como sabe usted, ese periódico es el cenit de la prensa del país.

   -Ángel está por ahí. Creo que me dijo, se acercaría a la playa donde quedan las dunas, inspirándose para crear su próxima novela. Es muy activo e inquieto. Su mente no para. Y lo mejor, tiene un gran sentido del humor. A su lado, uno nunca se aburre. En París le llaman “L’enfant souriant”,…  Por su carácter extrovertido y afable, ¿Sabe?... Se le ocurrió llamarle así a Apollinaire, a quien le encantó los caligramas que Ángel redactó el año pasado. –Comentó Manuel enorgullecido de la personalidad de su hermano Ángel, con quien compartía todas sus experiencias.

ISLA A LOUXO

                                                          
                                CAPITULO IV

   La marea descendía poco a poco empujada por el influjo lunar. Quedábanse al desnudo los granos y más granos de arena del litoral, diminutos, débilmente dorados, mojados al despedirse el agua salada hacia alta mar, y en ese manto de mojadas partículas térreas aparecían y se enterraban cangregillos, moluscos bivalvos tales como berberechos, almejas, navajas, que eran recogidos por las marisqueiras de a pie a lo largo de la ría vía norte y a más altura, por los pescadores en las pequeñas y viejas dornas.

   -El trabajo de las mariscadoras de a pie es rudo y cansado. En el marisqueo del berberecho utilizan esas herramientas tradicionales, como la sacha, con la que escarban en los hoyos que los moluscos han dejado en la arena. Andan así agachadas a través de la ría, localizando agujeros y agujeros en los que se entierran los bivalvos -Describía don Carlos del Berro-. Los berberechos tienen las valvas estriadas y semejan un corazón. Fíjense que su nombre en latín es Cardium Edulis, y en Italia le llaman Coure. Y la diosa Venus ¿De dónde nació Venus? ¡Ah!,… la diosa del Amor, pues de una gran concha…. Una gigantesca concha…- exclamó Del Berro, exhalando una gran bocanada de un gordo y marrón puro habano.

   -Pienso en cuán atractivo es el trabajo en la mar, y al mismo tiempo valeroso  sentenció Mr. Clarion, recordando sus años de mocedad en el condado de Derry, donde veía el duro quehacer de los pescadores ante las grises casas del puerto. –Y también cuán sacrificado y doloroso. Salen a altamar con la duda sobre sus espaldas. ¡“Volveremos, Volveremos”! Los marineros y pescadores siempre llevan atrás una compañera. Una cruel e irremediable compañera.-

- Mr. Clarion, se expresa usted como los ángeles. –interceptó Madonna Antonella.

- ¡Oh No. No! No es para tanto. Solamente observo cuanto ocurre alrededor. Las diferentes personas que transitan por este mundo. La historia del hombre a través de las múltipless culturas. –Respondió Mr. Clarion, algo confuso, ante la objeción de Mdna. Antonella,  y con la mirada impertérrita de la señorita Sophia, cuyos grandes ojos negros le turbaban.

 -Y usted, señor Del Berro ¡qué bien conoce el trabajo de la ría! –moduló con mucha suavidad la Signorina Sophia llevándose la taza de té a la boca-

-Gracias, Signorina. Es usted un encanto de mujer.

-“Y ¡Qué mujer!” pensó para su adentros Mr. Clarion, mirándola de reojo,…

Pues la Signorina Sophia de Montealtieri era una joven tremendamente sensual. Alta y las carnes bien prietas. Un sedoso pelo negro recogido sobre su nuca. Sus grandes ojos negros almendrados, pareciánse salir de su cara y sus labios carnosos y muy sensuales invitaban al deseo de besarlos. Por sus pómulos se adivinaba el sensualismo de su interior. Unas grandes manos delgadas y finas ofrecían las uñas muy cuidadas. De estrechita cintura y anchas caderas, podría ser el justo modelo para un pintor convirtiéndola en la diosa de la sensualidad.

Y ella, lo sabía. Y su madre, Madonna Antonella, con su fuerte carácter lo fomentaba. Sabía que podría tener rendido a sus pies, a cualquier hombre que a la Signorina se le antojaba. Tal es así, que en ese momento estaba apostando por Mr. Clarion, tan joven, tan atento, y tan entendido. ¡Qué más podría pedir que un reconocido catedrático inglés! Ah! pero eso no bastaba,… Debería de triunfar en el mundo del espectáculo, codearse con excelsos profesionales de la ópera. Seducirlos. Conocer más mundo, teatros,  empresarios, directores, actores, y ¡quién sabe! Acaso hacer sus pinitos en la emergente industria cinematográfica, para que Sophia demostrara, no solamente sus hechuras de real hembra, sino también su talante artístico, ya que tenía una buena maestra.

El pobre Cristopher Clarion, aún no sabía de los verdaderos propósitos y metas de ambas madonas italianas. Madre e hija. Simplemente, se sentía profundamente atraído por la Signorina, a cuyo lado se emparentó cuando los contertulios terminaron su té, e iniciaron un largo paseo a través del bosque de pinos.

-Ms. Sophie, permitidme que le ceda mi brazo. Caminemos –Comentó Mr. Clarion todo gozoso por llegar otra esperanza en su vida.

- Muy amable, Mr. Clarion,  -respondió asida ya al brazo del apuesto inglés,  y deseosa de caminar junto a un hombre de tan apuesta figura.

La mar en el horizonte semejaba un plateado espejo reflejando los rayos solares que se desprendían de la gran estrella.  El refulgente color de las incipientes horas vespertinas  inundaba la isla y las pequeñas barcazas parecían diminutos insectos entre la portentosa masa de agua salada. No se distinguían las siluetas de los pescadores, pero se sabían que estaban faenando en sus labores de recolección de los mariscos y moluscos, la pesca de bajura,  las ricas y jugosas navajas  <ensi silica>, enterradas en la arena a poca profundidad con sus alargadas valvas que los marineros identificaban por el hoyo creado en forma de ocho.
En la lejanía se advertían los grandes barcos en dirección a altamar bajo unos pequeños cirros que vagabundeaban por el este…

viernes, 15 de junio de 2012

isla A LOUXO

......

                                         CAPÍTULO III


-Mejor volvernos hacia la habitación ¿No te parece?

-Sí, es mejor descansar media hora antes de almorzar. Recuerda que hemos de tomar los baños hacia las cuatro de la tarde.

Comentaron las chicas.

A lo lejos los hermanos vislumbraron la silueta de las dos señoritas, altas y lozanas. Los rayos de sol incidían sobre sus vestidos inmaculados marcando sus auras sobre el intenso azul del mar. Sus esbeltas siluetas parecíanse dos estrellas emergentes en el batir de las olas. Crecía la marea y los inapreciables granitos de sal que desprendía la espuma salpicante se entremezclaban por entre sus cabellos, sus rostros y esa delicada indumentaria de las chicas.

Decidieron tomar el caminito fabricado con tablas de gruesas maderas de pino, dispuesto expresamente por la dirección del balneario para facilitar a los clientes la ida y el regreso entre el mismo edificio y la playa, bordeado de viejos robles y castaños. La sombra que proporcionaban era agradecida a esa hora del día, pues ya empezaba a notarse la proximidad del solsticio.  

 -¿Te has fijado qué dos palomas caminan allá en la playa? ¿Las ves?-------Preguntó el mayor de los hermanos al que por estatura y semblante resultaba ser el más joven--.

-Sí, sí, claro que las veo. Ya he reparado en tan exquisita hermosura. Sabes que no me pasa desapercibida la belleza, aún más la de las mujeres. –Respondió el joven de rubios cabellos ensortijados-.

-Hermano, tú siempre con tu agudeza.

-Diría más bien con una vista excepcional.

-Sí, y tu refinado gusto. No, si a ti no se te escapa ni una.

- Pues verás, pienso lo mismo de ti. Somos igualitos. Donde esté una bella mujer,… no se irán sin saber de nosotros,… ja, ja, ja. –Contestó con una sonrisa picaresca

Sería cuestión de presentarse a ellas, esperando la mejor ocasión. Saber quiénes eran, de dónde vendrían, cómo habrían decidido ir a la isla de Louxo, cuál sería el tiempo que estarían en tan bello lugar… En fin, pensaban, mañana sábado es noche de fiesta, habrá Cena de Gala y Baile de etiqueta. -“Nos acercaremos a ellas dos para saber de sus propósitos”, pensaban en silencio ambos, al igual que dos gemelos que se conocen de sobra, mientras ascendían hacia el hotel caminando por el sendero de boj, con sus canotiérs en la mano, despejadas las amplias frentes que delataban una misteriosa iluminación en sus rostros aún por descubrir. 



Cuando dieron la una y treinta minutos, todos los alojados en el balneario se dispusieron a sentarse en sus respectivos lugares del salón comedor. 

Aún faltaban varios clientes que eran habituales, y que llegarían hacia la última semana del mes. Por de pronto en estas fechas se encontraba ocupado en su mitad de plazas. Signora Antonella y su hija la Signorina Sophia, dos madonnas italianas procedentes de Trieste, de las que todos pensaban <son dos mujeres de armas tomar>, las cuales estaban más de medio año en el Balneario. Los señores de Viznagar y sus dos hijos, unos ricos potentados procedentes de la rica vega murciana. Mister Cristopher Clarion, inglés, Catedrático académico y honorable de Canterbury, donde impartía Lenguas Clásicas. Por desgracia, Mr. Clarion había enviudado muy joven, con veintiséis años, y desde hacía dos años era cliente del Balneario, aconsejado por su doctor, Mr. Hapeneng,  quién le aconsejó los baños termales de la isla, amén del sol de la costa, lo que le devolvería la paz y la seguridad. Mr. Clarion pronunciaba el español con bastante soltura y poco a poco aprendía el idioma del lugar.

Solía referirse con mucha frecuencia al alma de Rosalía de Castro, recordando aquellos versos desgarradores y profundamente tristes y sentidos en líneas de la poetisa galega,…

A través del follaje perenne
Que oír deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...
Pues no sé decir ya si le quiero,
Que en el rudo vaivén que sin tregua
Se agitan mis pensamientos,
Dudo si el rencor adusto
Vive unido al amor en mi pecho”.

                                                         ….

   Todos quedaban dominados por la tristeza de Rosalía, cuando estos poemas eran pronunciados por Mr. Clarion… ¿Qué dolor profundo se ceñía sobre su vida?,… ¿Era feliz aquella mujer de mediados del pasado siglo XIX?,… ¿Y, su matrimonio?,… ¿Cómo era?,… ¿O todo producto de la morriña galega?… ¿O fiel reflejo del ambiente romanticista de su época, o el sentimiento trágico de la existencia?...

Monsieur Paul Pétrier, igualmente frecuentaba solo el Balneario, polemizaba con el profesor. En París, trabajó de marchante. Se había establecido en la Península desde hacía diez años, estableciendo contacto con tiendas, salas de arte, familias aristócratas y emergentes burgueses para servir de lazo entre estos y el mundo del arte. Vivía en un pequeño Pazo en las afueras de A Estrada, al que denominó “A Veigas”, pazo que adquirió por las ventas  realizadas en Francia de las obras de los últimos impresionistas, que le deparaban ingentes beneficios. Conoció de cerca al crítico de arte Louis Vauxcelles, con el cual no compartía los criterios de éste. Sobre todo cuando emitiía aquellos criterios sobre Matisse, Derain, Vlamink,… llamándoles “¡fauves,  les fauves, cette ils sont unes fauves!”.  Sin embargo los criterios de Louis Meyer, sería denostado ante la presentación de un arte emocional, la vivencia de la pintura por la pintura. Pétrier era un librepensador y avanzado negociante, apoyando a todos aquellos incipientes talentos que proliferaban por París, Londres, Dresde,… defendiendo los más modernos movimientos de vanguardia que surgieron en estos años. 

   Aún quedarían varias familias dispuestas a pasar los meses de julio y agosto del perfumado rincón del Atlántico, cuya fama iba acrecentándose por toda la Península y  por el Continente europeo.


     Los huéspedes dispusiéronse a ocupar sus respectivos lugares situándose alrededor de las grandes y circulares mesas del comedor donde almorzarían todos. Todo estaba impecablemente limpio y refinadamente protocolizado tal como correspondía a los clientes insignes que se hallaban en el lugar. Únicamente las señoritas de la playa y sus respectivos ascendientes eran nuevos en el lugar, siéndoles grata su compañía a todos los restantes.

   Ocuparon una mesa para siete comensales, siendo acompañados por el señor Salteiros y su esposa, un indiano gallego que tornó a su tierra después de sus experiencias en tierras lejanas.

   Frente a las señoritas se encontraban los dos jóvenes caballeros que con un inclinar suave de sus cabezas saludaron a las  damiselas. Un presagio inundó el corazón de los cuatro.



ISLA A LOUXO

                                                                 CAPITULO II
   Los dos apuestos jóvenes vestían impecables trajes de lino en ligera gama marfil, camisas de hilo blanco, y anudados a sus cuellos pañuelos de seda de tonalidad beige. Sobre sus cabezas lucían sendos canotiérs adornados uno con cinta verde, y el otro azul, adquiridos en su último viaje a París, la ciudad que años más tarde les brindaría los más merecidos reconocimientos artísticos. Bajo sus esmerados zapatos blancos, se desperezaba la tupida hierba que conectaba el sendero del balneario con el mirador de O Bello, dejándose impresionar por las tonalidades turquesas de las aguas que a esa hora del día recogían del translúcido cielo.
Los chicos llegaron al Balneario de A Louxo en la mañana del viernes 4 de junio, circunstancia que ya era bastante comentada por los salones y terrazas del más glamoroso edificio de aguas termales y que pudiera darse en la Península. En 1904 habían patentado en sus dependencias un jabón rico en sales minerales de fragancias frescas que inundaban todos los parajes de la verde isla, de las salas abiertas al lugar y en las ropas de sus huéspedes se reflejaban el relax de los límpidos baños espumosos que por entonces se estaban poniendo de moda.
-¿Habéis observado cuán distinguidos han aparecido los hijos del Señorío de Solano?  Derrochan magia y finura por donde van -Comentaba la duquesa de Galveiros, adornada con su viejo moño victoriano.
-Pues a mí me comentó Monsieur Pétrier que al mayor de los hermanos le felicitó personalmente el señor Matisse en la Exposición del Salón de Otoño de París del pasado año, aduciéndole que tendría todo su apoyo. “¡Joven, sus pinceles cambiarán el concepto de la pintura. Continúe así, garçon, continúe, la révolution des arts s'approche-!” -inquiría con su aguda voz la baronesa Kichnert–. No, si no hay más que verle, erguido, señorial y apuesto. Es el vivo retrato del abuelo de Solano…
-El menor está haciendo sus pinitos en el arte de la Declamación y el Ensayo. Le han concedido una beca en la Sorbonne para continuar sus estudios de Literatura y de Historia. Ya el Levante español se le quedaba pequeño para su gran imaginación y gracia. -Acariciándose sus erizados bigotes de profusas cerdas, comentaba don Carlos del Berro, el impulsor accionista de la línea de ferrocarril Madrid-Barcelona, cuya gran fortuna amasó en la Isla de Cuba.
Se comentaba por palacios y villas, salones y casinos, que los ancestros de don Carlos del Berro Trillet de las Infantas, eran criollos desde cuatro generaciones atrás y poseedores de dos de los mayores ingenios de la caña de azúcar existentes en Gran Antilla del Caribe, el de Santa Cruz de Iguana y el de Santa Mónica de Luciela, enclavados en la provincia de Puerto Príncipe, al oriente de la isla, y que rivalizaban en producción con los de la Villa de la Santísima Trinidad de la isla. La zafra que producían los dos ingenios a mediados del siglo XIX comportaba una cuarta parte de la obtención azucarera de la próspera colonia española.
-Bueno, Bueno, no será para tanto. -Respondió la viuda de Montealtieri- doña Antonella, cómodamente repantinflada en el mullido sillón victoriano del cual se sentía la dueña, -No hay nada como el Bell Canto… ¡AAAAAAAHHH…!- entonó con bastante precisión.
Todos los que se hallaban en esos momentos en la tertulia, sabían que Madonna Antonella una majestuosa soprano dramática, que desde Milán hasta París había paseado su excelente voz. Mas en estos últimos años habían mermado mucho sus facultades debido a la gran ingesta de alimentos que se procuraba. Lo más que ella deseaba era promocionar las habilidades de su exuberante hija, la Signorina Sophia Montealtieri, pero su voz llegaba a mezzosoprano lírica, y aunque era una real hembra, le perdían sus excesos egocéntricos y caprichosos.  
A pequeños sorbos los contertulios degustaban el vermouth como aperitivo de media mañana, antes del almuerzo que especialmente era elaborado diariamente para ellos.
   Antes de ir a almorzar solían pasear entre los bellos jardines del balneario ornamentado de las más aromáticas rosas, dondiegos de día y hortensias azules y rosáceas combinadas con las hortensias de hojas de roble, campánulas bell flower y prímulas de variadas tonalidades, arbustos de camelias,… y otros bellos setos floridos cuidados por los tres jardineros que tenía el hotel-balneario. Bajo los inmensos pinos centenarios, centenarios y bravos pinos, que proyectaban su sombra sobre los senderos, atajos y cenadores en derredor del centro termal, veíanse caminar los asiduos visitantes de aquella islita que les devolvía el ánimo y la vitalidad.


                                                


                                                &&&&&&&&&&&&&&&
Continuará...
             

Lo que la mente da de sí



A PROPÓSITO DEL CUADRO QUE HA REALIZADO MI PRIMA, ANTOÑITA GOMEZ SOUSA, COMO LA FIRMA DE SOUSA, SOBRE "PASEO POR LA PLAYA" DE SOROLLA, al interpretarlo, como SIN PLANTEARMELO, ante el sentimiento que me sugería, la cosa ha ido a más, hasta el intento de hacer un relato.
Los personajes son ficticios si bien toda ficción tiene algo de realidad y toda realidad tiene algo de ficción. Y he aquí, que la ficción supera la realidad del mundo. ¡Qué lejos queda los comienzos del siglo XX! Parece mentira, pero en ese siglo todo se revolucionó. Pondré algunas láminas para ver cómo eran aquellos años. Y recordemos que en 1898, España perdió sus últimas colonias, Cuba, Filipinas, Puerto Rico,... Europa se debatía entre las monarquías y las repúblicas. Sufrió el conflicto más grande y desgarrador que se pudiera dar en un Continente, y como sin experiencia, volvió a repetirse unas décadas después. El arte revolucionó toda estética, academicismo, cánones,... La moda cambió por completo, hasta poco a poco cambiar la estética, tanto femenina como masculina... Y de lo femenino pasamos a lo feminista. Movimientos sociales, emergentes del siglo XIX,.. lucha, sangre, vindicaciones, huelgas, movimientos políticos, Arcadia herida,  mujeres luchadoras, libertad y sexo libre,...Todo es naturaleza y ficción en este mundo que nos ha tocado vivir. 
        Es un abrazo para los que componen esa ficción y esa realidad.                    

                           EL AMOR NACIÓ EN ISLA DE A LOUXO.                                                                                    




                                                    CAPÍTULO   I




    Paseaban ambas amigas por la atlántica playa de A LOUXO ante la secular brisa del Norte. El vaivén de las olas chisporroteaba en sus recién estrenados blancos vestidos confeccionados del más puro hilo del tafetán que se pudiera adquirir en su villa de origen bajo patrones de moda parisina y sus zapatos de puntitas se hundían ligeramente en la áurea arena finísima, resultado de rocas erosionadas en tan largo y ancestral tiempo. Sus tules azules-violáceos bailaban en torno a sus cuerpos, como si de un vals de Strauss se tratara, saltando y regocijándose por las orillas de la mar. El azul del cielo y el azul de las aguas se confundían y mezclaban en lontananza, permitiendo que la sabrosa espuma blanca, ¡blanca y salada espuma de la mar! besara lo dorados granitos arenosos hasta inundar de olor salino la bella playa de la isla en su infinita riqueza de sol y color.

    La coquetería rezumaba jugos de aromas rosas por los lugares transitados de las muchachas en estos sus años juveniles, siendo admiradas y también cortejadas por todos los apuestos caballeros y jovencitos que frecuentaban el balneario enclavado en la más bella y virgen isla atlanteña a poniente de la ensenada donde pescadores y marisqueiras faenaban duramente desde las primeras horas matutinas para después poder ofrecer a los huéspedes del hotel los más frescos y apetecibles manjares de la antaño Mar Oceana.

     Por supuesto que los que más les llamaban la atención a las dos pizpiretas damiselas eran aquellos dos jóvenes de cabellos embuclados, recién llegados del ¿Levante español?... Mas ¿Cómo dirigirse a ellos, si no está permitido a los femeninos talles preguntar a los varones? Está denegada toda primera palabra, todo primer paso?... Es momento de esperar alguna insinuación, algún gesto oportuno, alguna tosecilla, palabra, movimiento, para recabar las miradas de los dos recién aparecidos caballeros,  elegantes y refinadamente bellos.
                                   

.......Continuará