Buscad en el infinito

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Paseo de los Eucaliptos

viernes, 1 de abril de 2011

PARA MI PADRE ÁNGEL.

En el jardín de mi casa de la Colonia de la Paz,había muchas flores y algún que otro árbol y arbustos. Teníamos dos celindas a la entrada de la primera puerta que nos introducía a ese jardinito, remanso de paz. Una a cada lado, bordeadas amorosamente por enredaderas de campanillas de color violeta.
A mí, me gustaba jugar a pintar las losetas del suelo del jardín con los colores de las campanillas, y ¡claro! venía la Perica o llegaba mi abuela y se liaba la de Dios en Cristo. -...¡mía que manchá er suelo con esso...! ¡tate quita yyaaa. schiquillaaa!...- Y parecía que una había cometido un crimen o algo por el estilo, pues verdaderamente, en esa corta edad, no alcanzaba a comprender el daño o la travesura que podría estar haciendo. Mas, en verdad, que cada cuadradito de la cuadrada loseta se quedaba precioso, con ese color violeta, azulón, como si ahora estuviera derramando estas letras en esas tonalidades que tanto me gustaban y me siguen llamando la atención, digo así, porque era fantástico contemplar los tonos de tanta flor, como verlos esparcidos por el suelo.¡ Y eso que reguñían las viejas de la casa! Tanto, tanto, que la Perica cortó en una noche el melocotonero que estaba plantado en un arriate, como si se tratara de algo suyo. Ese árbol fructífero engendraba unos hijos jugosos y sabrosos como jamás he probado. Pero un día de repente, advertí cómo aquella copa de árbol había mermado ¿Y por qué?. No era posible que desapareciera así, tan repente. Al igual que otras cosas, otros seres, ilusiones y realidades nos dejan y se van para siempre. MDGHZ.

1 comentario:

  1. Recuerdo ese jardín, sobre todo por la mañana cuando lo regaban. Ese olor a tierra mojada...
    Para nosotras hay recuerdos indelebles, y mientras eso ocurra nada se perderá para siempre.

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